Camila
Camila se observa, extasiada y desahuciada,
ha dejado de pertenecerse y se escudriña en el espejo
el fantasma burlón sonríe desde la esquina y le invita bailar un tango,
Volver en la vitrola y marcado el compás, Gardel.
Camila, se cuelga de los giros inconexos del destino,
aguijoneándose con alfileres los ojos,
sube al trapecio, sucumbiendo al placer mórbido del vértigo,
aferrándose a su religión iconoclasta mas que a las cuerdas.
A Camila la ahogan las goteras de su habitación,
busca en sus recuerdos un oasis diminuto, insustancial,
mientras ronronea el gato azul del vecino,
se fuma las estaciones y sopla al viento las cenizas del tiempo.